Rocamadour, una villa suspendida entre la tierra y el cielo

En el corazón del Parque Natural Regional de Causses du Quercy, en el suroeste francés, se alza Rocamadour. Sus casas de piedra se aferran al acantilado, escalonándose hasta alcanzar el Sanctuaire Notre-Dame de Rocamadour que domina el valle del río Alzou. Es uno de mis pueblos preferidos de la región de Occitania. De éstos que te quitan el aliento sólo con mirarlo.

ORÍGENES

Rocamadour es un pequeño y excepcional pueblo medieval encaramado sobre un acantilado de más de 120 metros de altura. Está situado en el departamento de Lot, al norte de la región de Midi-Pyrénées (Occitania), cerca del Périgord y del valle del Dordoña,

Sus orígenes se remontan a la prehistoria, con vestigios de ocupación humana desde el Paleolítico. Sin embargo, su verdadera identidad como lugar de devoción comienza en la Edad Media.

Su nombre proviene, según la tradición, de Saint Amadour o Saint Amateur (Amador en occitano), un ermitaño que habría vivido en una cueva de la zona en el siglo VIII.

LA LEYENDA DE SAINT AMADOUR

Una antigua tradición equipara a Amadour con el Zaqueo del Evangelio, de quien se dice que se convirtió en el esposo de Santa Verónica, quien fue sanada primero por Jesús de su hemorragia y quien le dio un paño blanco (el velo) para secarse el sudor y la sangre del rostro mientras llevaba su patíbulo por las calles de Jerusalén.
Este relato no se aparece en los Evangelios, sino en textos cristianos posteriores. Verónica se reunió con él en la Galia, quizás después de que él fuera forzado al exilio. Ella también murió allí, pero en Soulac-sur-Mer, en la región de Burdeos, donde una iglesia —ahora sepultada por las dunas— fue construida en su honor por San Marcial de Limoges en el siglo III.

Las antiguas creencias atribuidas a Mateo cuentan que Amadour —o Zaqueo— era publicano, es decir, recaudador de impuestos, al igual que Mateo. Zaqueo es una forma derivada del arameo Zakkai, que significa puro, vital y recto, como el «Justo».

«Justo» es un apodo compartido por muchos miembros del movimiento fundado por Jesús, e incluso se le atribuye al propio Jesús en el discurso de Esteban, el primer mártir ejecutado en presencia de San Pablo y con su aprobación, antes de que este se encontrara con Jesús, aún vivo tras su crucifixión, cuando se disponía a llegar a la ciudad de Damasco.

Dicen que llegó a esta región y se estableció en una gruta en los acantilados. Allí vivió como ermitaño, dedicando su vida a la oración y la contemplación. Tras su muerte, su cuerpo fue depositado en la misma gruta, que con el tiempo se convirtió en un lugar de veneración.

Y según la historia difundida por los benedictinos, Amadour era un ermitaño que vivía en Quercy y se instaló en el lugar donde hoy se encuentra el santuario de Rocamadour, probablemente en una cueva, creando un pequeño oratorio sobre una roca dedicado a la Virgen María.

La población de los alrededores acudía a rezar allí, admirando las virtudes ascéticas de Amadour. A su muerte, fue enterrado a la entrada del oratorio. Mucho más tarde, cuando en 1166 se excavó otra tumba para enterrar a un acaudalado vecino (que deseaba ser enterrado bajo la estatua de la Santísima Virgen a cambio de una cuantiosa donación), se descubrió allí el cuerpo incorrupto del santo, que fue depositado en la capilla construida en el lugar.

Sus restos, demostrando incorruptibilidad (signo de gran santidad), propiciaron numerosos milagros, y un número cada vez mayor de peregrinos acudió al lugar.

Su cuerpo permaneció expuesto durante casi 400 años hasta su destrucción el 3 de septiembre de 1562 por los hugonotes, que realizaban una campaña en la región bajo el liderazgo de Symphorien de Durfort, barón de Duras, acompañado por el señor de Marchastel, hijo del barón de Peyre, y el señor de Du Bordet, teniente de La Rochefoucauld.

Marchastel y el capitán Jean Bessonias (o Bessonie) fueron encargados de saquear Haut-Quercy para reunir fondos suficientes para pagar a las tropas. Estas últimas saquearon el santuario de Rocamadour, y el cuerpo de San Amadour fue profanado.

Como los restos no ardieron, fueron desmembrados con alabardas, y Bessonie les rompió las extremidades con un martillo de mariscal. Posteriormente, las reliquias salvadas de la destrucción tuvieron que sufrir las vicisitudes políticas de la Revolución Francesa.

Con el tiempo, la devoción a San Amador creció, y la gruta donde reposaban sus restos se convirtió en un importante centro de peregrinación. El nombre «Rocamadour» proviene precisamente de esta figura que significa «Roca de Amador«.

Su tumba dio lugar a un lugar de devoción que pronto atrajo a muchos fieles fieles. Se dice que los restos del ermitaño se encuentran en la capilla, que lleva su nombre, aumentando su aura sagrada.

Así que, poco a poco, en torno a su memoria y al culto mariano, comenzaron a levantarse capillas, oratorios, ermitas y caminos de peregrinación que transformaron el abrupto paisaje en un santuario vivo.

A lo largo de los siglos XII y XIII, Rocamadour se consolidó como un lugar sagrado ligado al culto mariano y al famoso santuario de la Virgen Negra, lo que atrajo a miles de peregrinos de toda Europa.

Desde el siglo XII, el lugar se convirtió en uno de los destinos de peregrinación más importantes de Europa, rivalizando con Santiago de Compostela y Roma.

A lo largo de los siglos, Rocamadour ha sido testigo de innumerables historias de fe, milagros y devoción. Los peregrinos que hoy recorren sus escaleras sienten la resonancia de esas antiguas pisadas, conectándose con una tradición que perdura en el tiempo.

HISTORIA

El esplendor de Rocamadour se dió en la Edad Media. Durante el siglo XII, el enclave se convirtió en uno de los destinos más reverenciados de la cristiandad. Se construyeron siete capillas en la roca, entre ellas la Capilla de Notre-Dame, que alberga la célebre estatua de la Virgen Negra tallada en madera de nogal que aún hoy guarda su enigmática fuerza.

El santuario se integró como uno de los lugares clave dentro del Camino de Santiago francés, siendo punto de paso para los peregrinos que se dirigían hacia Compostela.

Peregrinos llegados de tierras lejanas subían de rodillas los 216 peldaños de la Gran Escalera, implorando milagros, agradeciendo curaciones o buscando la absolución de sus pecados. La pequeña capilla de Notre-Dame, encajada en la roca, se llenaba de oferendas: maquetas de barcos dejadas por marineros que atribuían su salvación a la Virgen.

Sin embargo, la historia de Rocamadour no estuvo exenta de sombras. Entre los siglos XIV y XVI, el pueblo sufrió saqueos y destrucciones durante la Guerra de los Cien Años, lo que provocó un declive en su importancia religiosa y económica.

No fue hasta el siglo XIX, cuando el movimiento romántico y a la restauración impulsada por figuras como el arquitecto Abadie, recuperó parte del esplendor de Rocamardour, que volvió a ser un lugar emblemático.

Restaurado y redescubierto, el pueblo recuperó su condición de destino de peregrinación y turística y convirtiéndose en una joya patrimonial de Francia.

EN LA ACTUALIDAD

Rocamadour es más que un simple pueblo, es un lugar de peregrinación milenaria que atrae a visitantes de todo el mundo por su arquitectura audaz, su profunda espiritualidad y su bellísimo entorno.

Pasear por Rocamadour es como sumergirse en una atmósfera medieval intacta. Las calles empedradas ascienden serpenteantes, flanqueadas por casas antiguas de techos rojos.

Arriba, la basílica de Saint-Sauveur y la cripta de Saint-Amadour, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, recuerdan al visitante que aquí la fe moldeó piedra y paisaje.

Más allá de lo religioso, Rocamadour es también un espacio de belleza natural. El entorno del Parque Natural Regional de las Causses du Quercy lo envuelve con sus gargantas, mesetas calcáreas y bosques.

Y en la mesa, el lugar ofrece su propio tesoro: el queso Rocamadour AOP, pequeño y cremoso, que lleva el nombre del pueblo y perpetúa su tradición pastoril.

LA VILLA MEDIEVAL

Rocamadour se despliega en tres niveles superpuestos, como si estuviera colgado de los acantilados de piedra caliza que se elevan majestuosamente sobre el valle del río Alzou.

Este espectacular emplazamiento no es casualidad; desde la antigüedad, el ser humano ha buscado refugio y conexión espiritual en lugares elevados y de difícil acceso.

La ciudad medieval está custodiada por una serie de puertas fortificadas. La Porte Saint Martial, que está al lado del inicio de ruta Vía Crucis, da acesso a la explanada del Santuario de Rocamadour.

El Pueblo Bajo se ubica en la base del acantilado y está entero hecho de piedras. La Porte du Figuier (Puerta de la Higuera), puerta por donde entraban los peregrinos en la Edad Media, da acceso al corazón de la villa y te guía directamente a la rue de la Couronnerie.

¡ATENCIÓN! Tiene una longitud de un kilómetro y es la única calle de Rocamadour.

Es una calle muy animada y repleta de tiendas de recuerdos, ropas, comida, artesania, alojamientos y restaurantes.

A lo largo de del recorrido hay otras puertas antiguas del recinto amurallado como la Porte SalmonPorte Hugon o Porte Basse, que antaño han protegido esta mística ciudad.

La Gran escalera de los peregrino (grand escalier des pèlerins) se encuentra más o menos en la mitad de la rue de la Couronneirie. Es una escalera monumental, de 216 peldaños, que conduce a la explanada de los santuarios.

Para subir de la ciudad medieval al recinto del Santuário también puedes coger el ascensor (cuesta 5€ ida y vuelta), pero está cerrado entre o meses de noviembre a enero.

EL SANTUARIO

Ascendiendo por las escaleras, o los caminos, se llega al nivel del Santuario de Nuestra Señora, el corazón espiritual de Rocamadour.

El Sanctuaire Notre-Dame de Rocamadour fue edificado en diferentes etapas. Su construcción empieza en el siglo XI y la mayor parte de los edificios datando del siglo XII. 

Se levantó como un complejo religioso a lo largo de siglos, comenzando con una ermita excavada en la roca y extendiéndose para incluir la basílica de San Salvador, siete capillas y la escalinata de acceso. 

Este conjunto arquitectónico, que incluye la Basílica de Saint-Sauveur, el Palacio Episcopal de Tulle y las capillas: Cripta de Saint-Amadour, Sainte-Anne, Saint-Blaise, Saint-Jean-Baptiste, Notre-Dame, Saint-Louis y Saint-Michel. A continuación, destaco los monumentos más emblemáticos des Santuario.

La Basílica de San Salvador

La Basílica de Saint-Sauveur de Rocamadour fue contruida inicialmente entre 1152 y 1188, en la misma zona en la que se encontraron los restos casi inalterados de Saint Amadour. Es uno de los puntos destacados del Camino de Santiago Francés.

Es la mayor de las 7 iglesias construidas en el recinto y está orientada hacia el sol naciente, una característica que se aprecia especialmente si se la visitamos al amanecer, cuando la luz dorada realza su belleza contra el acantilado.

Está formada por dos zonas claramente diferenciadas. Durante la Edad Media una de estas zonas era utilizada como albergue para peregrinos y la otra zona era utilizada por los monjes.

Está literalmente esculpida sobre el acantilado, lo que hace que la roca viva sea parte de sus muros y paredes. Su estilo es una mezcla de románico, dominante en las partes más antiguas, y gótico, en las partes más actuales. Su nave principal se caracteriza por su conjunto de arcos diagonales que culminan en bóvedas de crucería.

Alberga la cripta del obispo San Amador y contiene diversas reliquias sagradas. Tanto la cripta como la Basílica están catalogadas como Patrimonio Mundial por la UNESCO.

La Capilla de Nuestra Señora

La Chapelle Notre-Dame alberga la venerada estatua de la Virgen Negra, un icono de devoción que ha atraído a peregrinos durante siglos, incluyendo reyes y figuras históricas como Eleanor de Aquitania y San Luis IX.

A lo largo de los siglos, Rocamadour fue famosa por los milagros asociados a la Virgen Negra, especialmente relacionados con marineros y navegantes, quienes ofrecían exvotos en forma de barcos colgados en la capilla.

La talla más venerada del santuario mide apenas setenta centímetros y está esculpida en madera de nogal ennegrecida por el tiempo. A ella se le atribuyen innumerables milagros, en especial la protección de marineros y viajeros. En la capilla donde se encuentra, todavía pueden verse exvotos con forma de barcos, ofrecidos como agradecimiento por salvarse de tempestades.

Esta estatua de nogal del siglo XII es de color oscuro (más gris que negro), pero no siempre fue así: en la Edad Media, estaba completamente cubierta de metales preciosos y gemas, como aún ocurre hoy con la estatua de Santa Fé de Conques. El desgaste y el saqueo la fueron despojando gradualmente de estos elementos, y, por falta de fondos, tuvo que conformarse con cubrirla con telas.  La razón de este color oscuro es difícil de determinar .

Estudios recientes han demostrado que no se debe al envejecimiento natural de la madera, ni a una capa protectora, ni a la oxidación de los recubrimientos metálicos, ni a la quema de velas o lámparas de aceite. Aún no se sabe con certeza por qué se ennegreció tras ser policromada.

Sobre el antiguo retablo en el que estaba integrada antes de la instalación actual, que data sólo de finales del siglo XIX,  un verso del libro bíblico del Cantar de los Cantares canoniza de alguna manera la misteriosa pátina de nuestra Virgen : «Nigra sum sed formosa«, «Soy negra pero hermosa«.

En el siglo XX, las  Letanías de la Virgen  Negra  del compositor Francis Poulenc contribuyeron a darla a conocer al mundo entero.

La panorámica del pueblo desde el santuario es alucinante. Desde allí avistamos a un conjunto medieval incrustado en la roca, que parece desafiar el tiempo y la gravedad.

EL VÍA CRUCIS

Es un recorrido en zig-zag por el monte que conecta el Santuario con el castillo de Rocamadour. Durante la subida nos encontramos con 14 estaciones escultóricas de la Pasión de Cristo.

Esta ruta, que transcurre por un sendero arbolado, puede ser utilizada tanto para subir al santuario como para descender al pueblo, constituyendo una experiencia de peregrinación o un paseo escénico con miradores hacia la ciudad.

Por el camino hay dos capillas escavadas en la roca, en una de ellas con una gran cruz donde se puede clavar una chincheta y pedir tu deseo. La ruta es accesible para personas con discapacidad.

EL CASTILLO

El Château de Rocamadour se eleva 100 metros sobre el valle, está en la cima del acantilado y ofrece una preciosa vista de 360 grados. Aunque gran parte de él es una reconstrucción, su posición estratégica y las vistas que ofrece desde sus murallas son un recordatorio de la importancia defensiva y simbólica del lugar a lo largo de la historia.

El castillo es del siglo XIX y fue construido sobre las ruínas de una fortaleza del siglo XIII con el propósito de proteger el santuario y la ciudad en caso de guerra o invasión.

Sus murallas fechan del siglo XVI y conectan los extremos norte y sur del espolón rocoso que domina las iglesias y casas.

Un foso de ocho metros de ancho completa este sistema defensivo, donde se aloja una guarnición. Una escalera secreta que conduce desde el patio interior del castillo permitía a los soldados regresar rápidamente al santuario o escapar de la sala de guardia de la torre del homenaje en caso de ataque enemigo.

Este conjunto fortificado ha asegurado la defensa de la ciudad durante la Guerra de los 100 años, siguió en pleno funcionamiento en las violentas Guerras de Religión, pero se quedó inutilizada durante el Renacimiento.  Para el siglo XVII, la muralla ya no recibía el debido mantenimiento y se encontraba en mal estado.

Tras obras de renovaciones y restauraciones, durante los siglos XIX, el castillo pasó a servir como residencia de los capellanes de la Ciudad Santa.

CURIOSIDADES

La Gran Escalera

El acceso al santuario se hace a través de una monumental escalera de 216 peldaños. En la Edad Media, los peregrinos la subían de rodillas como signo de penitencia, deteniéndose en cada tramo para rezar. Hoy en día, muchos visitantes aún conservan la tradición de subirla despacio, en silencio, para sentir el peso simbólico del lugar.

Lugar de reyes y personajes ilustres

Rocamadour fue lugar de devoción para monarcas y nobles. Entre sus visitantes ilustres figura Luis IX de Francia (San Luis), quien peregrinó hasta aquí antes de partir a las cruzadas. También lo hicieron caballeros y nobles en su camino a Santiago.

Entre tantas figuras, destacan Enrique II Plantagenet, Simón de Montfort, Blanca de Castilla y su hijo San Luis IX, todos los reyes de Francia hasta Luis XI, Santo Domingo, San Bernardo, San Antonio de Padua y, más recientemente, Edmundo Michelet, Francisco Poulenc, etc.

El campanario que suena solo
Una antigua tradición cuenta que la campana de la capilla de Notre-Dame sonaba milagrosamente por sí sola cada vez que un marinero en peligro invocaba a la Virgen desde alta mar.

El queso de Rocamadour
Este pequeño queso de cabra, redondo y cremoso, lleva el nombre del pueblo (Rocamadour AOP) y es uno de los más apreciados en la gastronomía francesa. Se sirve tanto fresco como curado, y suele aparecer en los menús de las posadas locales, acompañado de vino de la región.

Un nido de halcones y buitres
El entorno natural de Rocamadour es también refugio de aves rapaces. Desde los miradores que rodean el pueblo es habitual contemplar halcones, buitres leonados y milanos planeando sobre el valle, reforzando la sensación de que este es un lugar entre el cielo y la tierra.

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